Columnas

Para gustos hay colores, así como para cine hay géneros que nos permite conectar con nuestra personalidad e incluso nos hace resignificar nuestra propia vida, el cine es una de las artes de la actualidad que puede definir a la sociedad y conectar con nuestras emociones.

Sentir, llorar, gritar, sonreír, dejar de respirar cuando ves el mar, asustarte si todo esta oscuro, suspirar por escenas con las que te identificas, emociones, sentimientos y recuerdos, eso es lo que el cine nos puede provocar porque estamos ante un arte emocional, que por medio de fotografías en movimiento nos cuenta una historia que puede ser real o no.

El cine que ha existido por más de 100 años y evoluciona conforme a la tecnología y la sociedad, pero quiero resaltar el cine independiente, que surge por la idea de tener la libertad de filmar y no seguir las reglas del cine comercial, son obras que permite al cineasta mostrar temas desde su perspectiva y que en muchas ocasiones se tratan temas difíciles de hablar pero que por medio de un lenguaje corporal se puede expresar e interpretar lo que no es sencillo de decir.

El cine es un arte que puede impactar en la vida de las personas e incluso resignificar lo que somos y nuestro papel en la sociedad. El cine trata de contar una historia en dos horas, pero nosotros le damos el significado al final.

Rocío Miranda

El festival cultural y feria del libro Tu'jil ha sido mucho más que una actividad cultural de tres días, ha sido un refugio, un encuentro cálido donde la amistad florece. En este espacio he podido encontrarme por lo que puedo nombrarlo como un espacio seguro, en donde nuestro feminismo no ha sido motivo de satanización, sino una manifestación legítima de nuestra lucha.

En una sociedad que con frecuencia intenta silenciar nuestras ideas y deslegitimar nuestras luchas, este festival se convierte en un respiro, en un territorio en el que nuestras palabras son escuchadas y nuestras experiencias, validadas. Aquí, podemos reconocernos en nuestras diferencias y similitudes, construyendo juntas un horizonte donde la sororidad ha sido un cimiento.

El festival es una apuesta pública, un acto de resistencia y reivindicación. Nos recuerda que deberemos reorientarnos y manifiesta la importancia de recuperar y adueñarnos de nuestros espacios, de hacerlos nuestros sin pedir permiso. Es una afirmación de que la cultura, la literatura y el arte son herramientas poderosas para la transformación social y para la visibilización de nuestras historias.

Cada conversación, cada libro abierto, cada expresión artística en este festival reafirma que seguimos avanzando, que seguimos reclamando lo que nos pertenece, un espacio en donde podamos ser, pensar y existir sin miedo. En Tujil, el feminismo encuentra su lugar, y con él, todas nosotras.

Isabel Bautista

Pertenecer es uno de los sentimientos que la mayor parte de los seres humanos, inconscientemente, buscamos a lo largo de nuestras vidas. El sentido de pertenencia nos hace sentir unidos a nuestra familia, grupo de amigos, lugar de trabajo e incluso a una cultura.

Pero, ¿Qué pasa con las personas que crecimos sin una “cultura predominante”? Nos hacemos llamar mestizos porque, al final, es lo que somos: una mezcla de antepasados con distintas culturas, ideologías, creencias e incluso comportamientos. Quienes intentaron empatar sus diferencias crearon lo que hoy conocemos como mestizaje.

Es muy interesante conocer la historia de dónde venimos, pero a veces pareciera que se mezclaron tantos orígenes que, al final, ninguno terminó sobreponiéndose, y a quienes ahora buscamos una identidad nos cuesta encontrar nuestra raíz más profunda.

¡Qué experiencia tan excepcional el conocer diferentes culturas: cuando comparten sus raíces, sus creencias, su razón de ser! Y no puedo dejar de preguntarme: ¿con qué nos identificamos los mestizos?, ¿cuál es la manera de demostrar el amor hacia nuestras raíces? ¿Nos sentimos realmente pertenecientes a una “cultura” o solamente vivimos sin comprender bien de dónde venimos y con qué nos identificamos?

A veces pareciera que vivimos con el miedo de no poder experimentar la cultura de nuestros antepasados por temor a ser señalados de “apropiación cultural”, cuando lo único que estamos buscando es ese vestigio que nos haga decir: “¡De aquí soy, de aquí vengo, aquí pertenezco!”.

Sharolina Villalta

Las conversaciones escritas sirven para contar nuestra cotidianidad, frustraciones o sueños. Una ventaja de la mensajería electrónica es que desbordamos ideas que, sin buscarlo, quedan inmortalizadas. Los chats se convierten en archivos históricos que visitamos para releer y, quizá, descrubrir que uno de esos tantos mensajes trascendió.

Eso me pasa con el Tujil, pude atestiguar -casi- el momento de su concepción. Ante esta tercera edición, este texto es una declaración testimonial que, por su naturaleza, tendrá algunos errores de memoria o sesgos, los cuales pueden subsanarse con los puntos de vista de otros integrantes del equipo.

En 2022 Dardón me contó una idea, de las tantas que revoloteamos, que me pareció más un sueño, aunque estaba llena de una profunda convicción de que era posible. Los primeros pasos fueron conversaciones para conocer experiencias similares e invitaciones para sumarse a la iniciativa, entre confirmaciones y marchas antes de zarpar, se conformó un equipo. Otro mensaje «se llamará Festival Tu’jil». Así nació el primer Festival Cultural y Feria de Libro Tujil (2023), mi memoria recuerda la lista de posibles autores, las propuestas de presentaciones y actividades, ese arte de fondo amarillo. He de aclarar que, por ciertos motivos, tengo una laguna mental de esta época, así que me voy directo al 19 de mayo, cuando todo se materializó. La realidad sobrepasó al sueño y uno no era suficiente.

Por espacio, no puedo explicar el enorme esfuerzo que ha representado para todo el equipo: largas reuniones -no me incluyo porque soy la integrante que vive lejos-, carreras por los permisos, búsqueda de alianzas, la organización y la entrega en cada etapa.

En la segunda edición (2024) aumentaron las presentaciones de libros y artísticas, se contó con la presencia del territorio Kakchiquel, elevando el interés de las personas visitantes, patrocinadoras, autoras y artistas, esto lo afirmo con datos. Para el equipo representó un compromiso mayor y desde ese momento ya se estaban formulando ideas para el futuro.

Se dice que la crianza no es individual, debe ser en comunidad, el Tujil ha crecido así, con el amor y aportes de sus integrantes, temporales y permanentes. La idea que nació de una persona fue compartida para alimentarla en colectivo, nunca para beneficio propio, sino con el fin de servir a un pueblo, de que sea apropiada por este y les brinde, por unos días a un espacio lleno de cultura, arte y libros.

Dos Festivales no han sido suficientes, sean bienvenidos al tercer Festival Cultural y Feria de Libro Tujil, 2025.

Ligia Saquiché

Cortázar, Pizarnik, Cervantes, Asturias, Austen. Seguramente, estos apellidos les serán familiares. En la era digital, las redes sociales forman parte de nuestro día a día. El deseo de exponer cómo nos sentimos o cómo queremos ser vistos nos lleva a compartir en redes frases o textos que tengan, eso sí, una imagen “aesthetic”, porque no podemos permitirnos subir nada soso y simple, ya que seguramente no tendrá vistas ni likes. Atraer la atención y lograr que, por ese post, se interesen en los libros y autores o, por lo menos, sembrar la semilla de la curiosidad. Ese es el “trabajo” de los creadores de contenido literario.

Pero, ¿quiénes son estos creadores de contenido que nos permiten descubrir nuevos autores y obras? Y es ahí cuando entras a su perfil y te das cuenta de que son una pseudoespecie de “influencer”. ¿Pero de libros? Es justo reconocer el esfuerzo de crear estos espacios en las redes sociales (porque los hay en todas las plataformas) que fomentan la literatura desde sus espacios, sin ser formalmente a traves de carreras cientificas “estudiosos de las letras”, pero su pasión los hace ya doctos, por el simple amor a la literatura, y lo hacen para conectar con presentes y futuros lectores.

Mi caso particularmente, dara cinco años atrás, cuando comencé a leer con voracidad y necesitaba desahogar todo lo que pensaba sobre los libros que leía. En mi opinión, el contenido de estos libros es que eran tan increíbles que sentía la imperiosa necesidad de compartirlos con los demás. Me convertí en una “bookstagramer/booktoker”, compartiendo reseñas, presentaciones de libros, novedades literarias y mi experiencia en ferias de libros del país. Desde entonces, mi vida gira en torno a los libros, los autores y las actividades culturales y literarias. Crear un espacio seguro donde pueda tener una comunidad de lectores ha sido, sin duda, mi mejor decisión tomada en pandemia.

En un mundo digital donde la superficialidad puede dominar, es más importante que nunca: tener espacios de literatura en redes sociales.

Brenda Peralta Chacón, Brindisbook

Cuando los ancestros garífunas tocaron tierra centroamericana, los tambores retumbaron como ecos de una historia que ya estaba escrita en el viento. Salieron de Yurumein, la isla que el destino les arrebataría, tras un naufragio que mezcló la sangre africana con la esencia indígena caribe.

Llamados "caribes negros", fueron testigos de la traición de los imperios y de la cruel danza de la conquista. Expulsados de San Vicente en 1797, emprendieron un viaje errante por Belice y Honduras hasta que, en 1802, sus pies tocaron las arenas de Gulfu Yumuoun, la Boca del Golfo.

Allí, el tiempo pareció detenerse. En 1831, Livingston nació bajo decreto guatemalteco, y las casas de madera y techos de palma florecieron en medio de la brisa salada. En sus cocinas se gestaban los sabores eternos del tapado y el pan de coco, mientras la lengua garífuna susurraba los secretos de los ancestros. La yuca se convertía en casabe, y los tambores, con cada golpe, invocaban espíritus que nunca abandonaron el mar.

Los días de gloria buscan desvanecerse, pero la resistencia de este pueblo aguerrido restituye su cultura, sus letras, sabores, colores y sonidos. Es esta resistencia la que conocemos como cultura. La lucha no solo es contra el olvido, sino también contra el racismo, la expulsión y otros elementos que buscan invisibilizar la diversidad que somos.

El territorio garífuna no es un extraño en esta tierra; compartimos más que el nombre del país. Hay una riqueza invaluable cultivada en el mar, de la cual el Caribe es testigo, y es indispensable coincidir y compartir cada vez que sea posible.

Edvin Dardón

El impacto de los Festivales Culturales en el Turismo Guatemalteco.

Los festivales culturales que apoya el Instituto Guatemalteco de Turismo (INGUAT) desempeñan un papel fundamental en la promoción del turismo cultural en Guatemala, contribuyendo significativamente al desarrollo económico y social del país. Estos eventos, caracterizados por su riqueza artística y tradicional, se convierten en un atractivo turístico de gran importancia, atrayendo a visitantes nacionales e internacionales que buscan experiencias auténticas y enriquecedoras. Los eventos se planifican y ejecutan de manera que se maximice el impacto positivo en las comunidades locales, fomentando la participación activa de los habitantes y la preservación de su patrimonio cultural. Se busca fortalecer la identidad local, promover el intercambio cultural y generar oportunidades de desarrollo económico para los artesanos, artistas, emprendedores locales y todo aquel que sea participe del festival.

El INGUAT, a través de su apoyo a los festivales culturales, busca posicionar a Guatemala como un destino turístico culturalmente rico y diverso.

Definitivamente, los festivales culturales se convierten en un motor de desarrollo, impulsando la economía local, creando empleos y fomentando la preservación del patrimonio cultural.

Alejandra Ralda
Delegada Departamental INGUAT

Festivales y Ferias del pensamiento y transformación.

Guatemala es un país de paradojas. En 1967, Miguel Ángel Asturias fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura, y sin embargo, más de medio siglo después, el analfabetismo sigue lacerando a amplios sectores de la po blación. Especialmente en el área rural, donde los libros son un lujo distante y la lectura un privilegio de pocos. En este contexto, las ferias y festivales del libro que han florecido en los últimos años se convierten en un acto de resistencia, en una puerta al pensamiento crítico y, por lo tanto, a la formación de ciudadanos más informados.

El acceso a la cultura no es solo una cuestión de placer o esparcimiento, sino de desarrollo humano. Guatemala arrastra uno de los índices más bajos en todo el continente, y no es coincidencia que la falta de acceso a los libros coincida con problemas estructurales como la pobreza, la exclusión y la falta de participación ciudadana. Leer permite entender el mundo con mayor profundidad, desafiar narrativas y generar diálogos que van más allá del entretenimiento efímero.

Las nuevas ferias y festivales del libro en los departamentos no solo llevan literatura a quienes de otro modo no la tendrían, sino que también resignifican la cultura local. Estos espacios no son simples mercados de libros; son foros de encuentro, plataformas para escritores emergentes, escenarios de discusión sobre la identidad y el porvenir. Son, sin duda alguna, espacios donde la cultura letrada deja de ser un privilegio y se convierte en una herramienta de transformación.

El Festival Tu’jil, en San Pedro Sacatepéquez San Marcos, es un recordatorio de que la lectura es un derecho, no un lujo. Es una pequeña revolución en marcha, donde cada página leída es una semilla sembrada en tierra fértil. Y en una nación donde el acceso al conocimiento sigue siendo desigual, esta iniciativa representa un paso fundamental para cerrar la brecha entre el olvido y la esperanza. ¡Larga vida al Festival Tu’jil!

Diana López de Sánchez
Presidente Gremial de Editores de Guatemala y Filgua